viernes, 17 de abril de 2009

Entre la vida y la muerte

Cuando tienes a alguien hospitalizado te das cuenta de lo mucho que odias esos lugares, con sus largos pasillos, sus batas blancas, sus colores pálidos, sus gigantes ascensores, su peculiar olor...
Aunque, sin duda alguna, lo peor es ver a tu familiar, amigo, compañero, etc. postrado en una cama con ruedas de la cual no se puede mover, y aún es peor que tenga los ojos cerrados y no pueda ni verte ni responderte, teniendo como única esperanza, por tener algo, la sensación de que te escucha cuando le hablas y le das ánimos para que siga adelante, porque la vida es maravillosa, y le dices que tiene que luchar para poder salir de ese horrible lugar en el que está... pero no obtienes respuesta y te derrumbas. Sin embargo debes parecer fuerte delante suyo, pues no sabes si puede captar lo que sucede a su alrededor.
Incertidumbre, nervios, caos, dolor, lágrimas, esperanza, fe, amor... Un cúmulo de sensaciones que recorren tu alma hasta dejarte sin aliento, haciendo que tengas que abandonar la triste habitación cuyo exclusivo color es el de las flores marchitas que llevaste la semana pasada.